
Consumo consciente. Objetivo nº 12. Producción y consumo responsables. Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas
Por: Amaya Apesteguía, Carlos Trías, Cristian Figueroa, Leire Iriarte y Nuria Fernández
El Nesi Forum se ha consolidado como el punto de encuentro para las personas y organizaciones que quieren trabajar para crear una economía al servicio de las personas y del planeta. Esta segunda edición se ha dedicado a analizar cómo podemos lograr un 2030 en el que los Objetivos de Desarrollo Sostenible se hayan alcanzado.
Las reflexiones se han centrado en seis tracks principales: energía y recursos, alimentación, textil, finanzas, habitabilidad y trabajo. En todos los tracks del Foro NESI 2019 se ha tratado en profundidad el tema del consumo como motor del cambio.
El poder individual de los ciudadanos como consumidores va mucho más allá de comprar un producto o servicio. Necesitamos practicar el consumo consciente. Nuestros hábitos y estilos de vida son determinantes para cambiar la economía, y se ha puesto de manifiesto la riqueza de las acciones transformadoras que podemos hacer a escala individual
Reducir nuestro consumo, compartir, colaborar, reparar, repensar qué es importante, producir desde la esfera particular o potenciar la vida de las comunidades locales son grandes ejes para dirigirnos hacia una economía al servicio de las personas y el planeta, tal como se adelantaba en el estudio de OCU y NESI “Otro consumo para un futuro mejor”.
La educación está en la base del cambio. Hace falta más educación y sensibilización en todos los niveles, en la escuela, en la TV, en documentales, en campañas públicas, desde las asociaciones de consumidores y desde los medios de comunicación.
Es imprescindible “pasar de la sociedad de la desinformación a la sociedad de la comprensión” (Nacho Cardero, Director de El Confidencial) y hacer ver a la ciudadanía que nuestras decisiones de consumo tienen unos impactos y que existen alternativas con impactos positivos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible reflejan esta necesidad a través de la meta 12.8 “Para 2030, velar por que las personas de todo el mundo tengan información y conocimientos pertinentes para el desarrollo sostenible y los estilos de vida en armonía con la naturaleza”.
La información también es fundamental. Una vez que tenemos la inquietud por consumir de manera sostenible, necesitamos información para poder elegir las mejores opciones. Ahora mismo la información de la que dispone el consumidor es parcial, poco comparable y a menudo sesgada. Muchos sistemas y certificaciones se han pensado desde la lógica de las empresas y los grandes clientes corporativos, pero no son útiles para guiar al consumidor.
La información debe mejorar, en linea con las recomendaciones de Naciones Unidas en sus “Orientaciones para el suministro de información relativa a la sostenibilidad de los productos”. En paralelo, esperamos ver crecer otros sistemas como los de peer review o garantía ciudadana, más cercanos a la realidad de los pequeños consumidores.
Nuestra cultura del consumo dice mucho de nuestra cultura en general y hay mucho potencial en reflexionar sobre qué es lo que realmente nos importa como seres humanos, redefinir culturalmente el concepto de “éxito” y desarrollar mecanismos que lo midan en profundidad y lo comuniquen de manera sencilla.
El precio es una gran herramienta para modular las preferencias de los consumidores. Es importante explicar el verdadero coste de las cosas, y que hay muchos costes que son pagados entre todos para permitir que algunos productos sean “low cost”. Las externalidades negativas deberían integrarse en el precio de los productos para que aquellos que basan sus precios bajos en externalizar la contaminación, la precariedad laboral o los abusos financieros, estuviesen regulados y tuvieran que pagar por la reparación de sus impactos y no competir deslealmente con los sostenibles.
No es natural que los productos que son buenos para la sociedad y el planeta sean más caros. Si apostamos por una economía sostenible, se podrían aplicar incentivos, subvenciones u otros mecanismos de fiscalidad positiva para evitar que las diferencias económicas recaigan sobre el consumidor final.
Pero de todas las conclusiones, quizás la más fresca y motivadora fue la recomendación de humanizar la economía, de trabajar en los principios y valores que la sustentan así como las relaciones personales que la mantienen. Para ello, una de las actividades clave es conectar más con nuestras comunidades locales. Crear una economía más humana a nivel local, en nuestros barrios, pueblos y comunidades, a través de un consumo consciente. Tejer más relaciones humanas significativas, poner el foco en los cuidados y en la generación de comunidades resilientes. Porque desde lo local es desde donde se construye este cambio hacia una economía más humana.
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