Por Fran Toledo, alumno del proyecto formativo «Las Nuevas Economías y la Innovación Social como herramientas de mejora del empleo»
Recientemente ha comparecido el presidente del Gobierno para dar a conocer el plan de desescalada por la pandemia del coronavirus en España. ¡Quién nos lo iba a decir después de casi dos meses confinados! Parece que fue ayer, cuando, aquel sábado, después de almorzar, dije en casa: voy a ir a comprar algo de comida para completar la despensa por si la gente se vuelve loca. ¡Qué poco sabía yo de locura!
Decía Immanuel Kant que la inteligencia de un hombre se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar. Han sido días difíciles, muy difíciles; he sentido miedo, he sufrido y llorado, he atravesado por muchas sensaciones y emociones. Al principio parecía estar atrapado en un laberinto sin salida, que la actividad se mantenía ahí afuera y yo, inmóvil, me sentía muerto. En una primavera lluviosa, tras los cristales de mi balcón, moví Roma con Santiago para estar ahí, para salir, para hacer, pero no era mi momento, el mundo, mi mundo se había parado.
El pasado 6 de agosto, el mismo día que hacía 8 años desde que abriera las puertas de mi refugio, el Castillo Sancti Petri, publicaba en mi perfil de Facebook que el “viejo de mi barriga” me anunciaba un cambio de ciclo. Parecía una premonición, jamás podía imaginar lo que nos deparaba el futuro. Escribía también sobre mis etapas previas. La primera, antes de la crisis del ladrillo, en la que formaba parte de un sistema en el que vivía holgadamente, trabajando en lo que me gustaba: el planeamiento urbanístico y el patrimonio histórico. Una etapa volcada, única y exclusivamente, en el trabajo, de culto al EGO, de “éxito”.
Tras la crisis del ladrillo y caer al pozo más profundo, comencé a custodiar el Castillo Sancti Petri, mi segundo ciclo. Fue una etapa de desarrollo personal, de gran riqueza, de limpieza y purificación, de quitarme lo innecesario y lo superfluo, de corregirme, modelarme y moderarme. En aquella isla, donde nació lo que hoy llamamos Occidente, desde donde el Mediterráneo Antiguo se reproyectó al Atlántico bajo la heroicidad del binomio divino Melqart-Hércules, he aprendido a valorar lo realmente importante mientras, oliendo a café y pan tostado, veía amanecer o cómo los barcos entraban a puerto después de la faena; mientras contemplaba una puesta de sol o me tumbaba, solo ante el mismísimo Universo, a observar el cielo estrellado en una noche de verano.
En esta etapa de aislamiento he aprendido a estar y compartir tiempo con mi familia, a comer sano y hacer ejercicio, a tener hobbies, a ser consciente, a ser persona. Le debía mucho a mi refugio, así que, cuando gané el concurso para la concesión administrativa, en 2017, empecé a formarme en sostenibilidad, cambio climático, innovación y emprendimiento y, aunque pendiente de las prácticas y el TFM, he terminado un Máster en Gestión Integral de Áreas Litorales. Mi único objetivo era devolverle al Castillo Sancti Petri todo lo que me había dado; convertirlo en un referente de turismo cultural, sostenible y consciente, en un espacio social y ambientalmente responsable con vocación de impacto.
Hoy me asomo al balcón y el sol está fuera. Le égersis de Melqart-Hércules, la locura del Quijote, la libertad de Unamuno me ha contagiado. El nuevo ciclo ha comenzado. El Caos genera Orden, y el Orden provoca Caos, el secreto del arte de la proporción y la perspectiva, una escalera ascendente y descendente tan infinita como la evolución interna de cada ser humano. Nada es casual. La fortuna, entendida como hecho y no como riqueza, hay que trabajarla. Todo lo que nos ocurre es causalidad, la ley por la que se producen los efectos. Y no es casualidad, por tanto, sino causalidad haber llegado a NESI en este proceso casi hercúleo, casi quijotesco.
Recuerdo el día de la sesión informativa para acceder al curso de Nuevas Economías y la Innovación Social como herramientas de mejora del empleo del Foro NESI. Por la mañana, sesión fotográfica y videográfica en mi refugio para su promoción en FITUR por mi ciudad, San Fernando; por la tarde, clases de Máster, concretamente “causas y gestión de mareas rojas”, ahí es nada; y, ya, a última hora del día, sesión informativa en Sevilla con Inma y Natalia. Recuerdo también, como buen Aries, mi impaciencia por conocer si había sido admitido o no. Recuerdo hacer del círculo un cuadrado para asistir a las primeras clases con Nicola. Y recuerdo mi publicación el día después de oír hablar a Javier de economía del propósito:
“¡Estoy convencido que esta formación en Nuevas Economías e Innovación Social va a suponer un punto de inflexión en mi vida personal y profesional!”
Ya nadie debería dudar que, tras el desconfinamiento, una vez que salgamos por las puertas, todo será diferente. Por más que lo intenten la macroeconomía o nuestros políticos por demanda social, nada volverá a ser igual. Ahora, más que nunca, las nuevas tecnologías y las energías limpias empujarán desde abajo a la velocidad de la luz; velocidad a la que las administraciones públicas y el sistema no serán capaces de responder por el exceso de burocracia y estatismo. Entre unos y otros, entre la espada y la pared, la sociedad; un fluido viscoso en flujo turbulento y enfermo de necesidades creadas por un capitalismo voraz que, ni siquiera la pandemia ha sido capaz de contener. La salud, la soberanía alimentaria, la vivienda o una nueva forma de trabajar se han impuesto como esenciales. Sin saber cuándo, cómo o por qué, este parón, este colapso, ya veremos si sistémico o no, se preveía y, como la simultaneidad de los inventos o la Teoría de las Cuerdas, que afirma que el tiempo existe en la relatividad del espacio donde varios mundos coexistentes llenos de información se relacionan, han venido surgiendo de un tiempo a esta parte, nuevas economías con un mismo propósito: poner en escena, en el centro, conjuntamente con las finanzas, a las personas y el medio ambiente.
Hace poco escuché al filósofo José Carlos Ruiz hablar de la resignación: “Sólo el que tiene esperanza está resignado y es consciente que, aunque en el momento presente no tiene herramientas suficientes para combatir el futuro, mantiene la fuerza y el espíritu revolucionario para cambiar el status quo, para alcanzar la libertad”.
El mundo, mi nuevo mundo, empieza a girar de nuevo, y voy a poner mi granito de arena para que no se detenga. Nuevamente voy a mover Roma con Santiago, esta vez desde la convicción más absoluta, para estar ahí, para salir, para hacer la diferencia, para las generaciones futuras, para mis hijas; porque, como cantaba el poeta libanés Yibrán Jalil Yibrán, “el ruiseñor se niega a anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría”. Ahora sí es mi momento, el mejor escenario jamás imaginado para llegar a NESI.
Hoy NESI supone esa esperanza, esa fuerza, esa llama que ha encendido en mí la vocación de servicio público, lo que Aristóteles llamó Bien Común, para que desde mi formación, técnica, en humanidades y ciencias ambientales, y con mi experiencia previa en planeamiento urbanístico, patrimonio histórico, gestión cultural, docencia y turismo, lo aplique a emprender, a planificar y generar prosperidad por y para los demás.
“La locura, la verdadera locura, nos está haciendo mucha falta, a ver si nos cura de esta peste del sentido común que nos tiene a cada uno ahogado el propio…Pégame tu locura, Don Quijote mío, pégamela por entero. Y luego que me llamen soberbio o lo que quieran… No quiero ser razonable según esa miserable razón que da de comer a los vividores; ¡enloquéceme, mi Don Quijote!…”
“Vida de Don Quijote y Sancho”
Miguel de Unamuno, 1904.